Todo empezó con una esquirla sospechosamente brillante y dura, que saltando de aquella primera explosión se incrustó en las entrañas.
Hematomas violáceos fueron los únicos testigos que el cuerpo acunó.
Fue necesario ver toda la mutilación que cada enfrentamiento producía.
Fue necesario engrilletar a los sentimientos suicidas para que no se hicieran soldados de esa contienda.
Tantas batallas, tanta sangre desperdigada.
Después de aquello, después de todo aquello…
Brilló el sol fantasmagórico, restos de combates obsoletos por donde se mirara.
Y de lo que fuimos:
Polvo.
Todo era solo polvo molecular.

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