Una vez más el destello de tu mirada oblicua obnubiló la mía,
Entre la muchedumbre apelmazada reconocí de inmediato el fragor de tu cuerpo leve.
(El modo aquel de torcer la sonrisa.)
Desde los confines del alma
Te creció el musgo. Arrimaste ojeras. Te dolió el mundo. Y plantaste bandera.
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